lunes, 21 de enero de 2013

Domingo 2° de Tiempo Ordinario Ciclo C 20-1-13


LECTURA
Is 62, 1-5

Lectura del libro de Isaías.

      Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha encendida. Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor. Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te dirán más "¡Abandonada!", ni dirán más a tu tierra "¡Devastada!" sino que te llamarán "Mi deleite", y a tu tierra "Desposada". Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.

Palabra de Dios.

Comentario

      El profeta anuncia un tiempo nuevo para su pueblo. Ya no será un pueblo devastado, sino que, por la gracia de Dios, tendrá vida y prosperidad. Justamente de esta condición surgirá la alegría y la fiesta. Nosotros también podemos hoy poner la confianza en Dios, en la espera de esta transformación para todo nuestro pueblo.

SALMO
Sal 95, 1-3. 7-10a.c

Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos.

Canten al Señor un canto nuevo, 
cante al Señor toda la tierra; 
canten al Señor, bendigan su Nombre. 

Día tras día, proclamen su victoria. 
Anuncien su gloria entre las naciones, 
y sus maravillas entre los pueblos.

Aclamen al Señor, familias de los pueblos, 
aclamen la gloria y el poder del Señor; 
aclamen la gloria del Nombre del Señor.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda, 
adoren al Señor al manifestarse su santidad: 
¡que toda la tierra tiemble ante él! 

Digan entre las naciones: 
"¡El Señor reina! 
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud". 

SEGUNDA LECTURA
1Cor 12, 4-11

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

      Hermanos: Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A éste se le da el don de sanar, siempre en ese único Espíritu; a aquél, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a éste, el don de lenguas; a aquél, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere.

Palabra de Dios.

Comentario
      Es muy frecuente pensar que los problemas en la comunidad vienen "de la comunidad", o lo que es lo mismo, "de los otros". Pero la comunidad la hacemos entre todos. Y todos aportamos tanto lo negativo como lo positivo. Es muy bueno preguntarse "¿cuál es mi don, mi carisma, para que la comunidad crezca?". De esta manera, podemos desplegar nuestra mirada desde lo positivo y constructor, en lugar de observar nuestro alrededor con una mirada negativa.

EVANGELIO
Jn 2, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

      Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga". Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde. "Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento". Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Palabra del Señor.

Comentario
      "Como los novios de Caná, invita a Jesús y a su madre a ser parte de tu vida diaria y de los momentos especiales. Cuando tengas una preocupación, se te acabe la alegría y se agote tu motivación a la compresión, el servicio y la solidaridad, recurre a María. Ella te ayudará a identificar el 'vino que se está terminando', te motivará a acercarte a la Eucaristía y le pedirá a su Hijo: 'Mira, se le está acabando el vino' y a ti te dirá 'Haz lo que él te diga'; si lo haces, Jesús transformará tu vida y te dará nuevos ánimos" (comentario de La Biblia Católica para Jóvenes).



En español, el Ángelus del Papa Benedicto XVI para el domingo 20 enero 2013 (las bodas de Caná)
      Hoy la Liturgia propone el Evangelio de las bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testimonio ocular del hecho. Este episodio ha sido colocado en este domingo que sigue inmediatamente al tiempo de Navidad porque, junto con la visita de los Magos de Oriente y con el Bautismo de Jesús, forma la trilogía de la Epifanía, o sea la manifestación de Cristo.
      Aquello de las bodas de Caná es en efecto “el inicio de los signos de Jesús” (Jn, 2, 11), o sea el primer milagro cumplido por Jesús, con el cual Él manifestó en público su gloria, suscitando la fe de sus discípulos. Recordamos brevemente lo que ocurrió durante esa fiesta de las bodas en Caná de Galilea. Sucedió que hizo falta el vino, y María, la Madre de Jesús, lo hizo notar a su Hijo. Él le responde que aún no había llegado su hora; pero después María insistió, llenen de agua seis grandes ánforas , y transformó el agua en vino, un vino excelente, mejor que el precedente. Con este “signo”, Jesús se revela como el esposo mesiánico, venido a establecer con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de los profetas: “Como se alegra el esposo con la esposa así se alegrará tu Dios contigo”. Y el vino es símbolo de esta alegría del amor; pero esto alude también a la sangre, que Jesús, derramará al final para sellar su pacto nupcial con la humanidad.

      La Iglesia es la esposa de Cristo, el cual la hace santa y bella con su gracia. Sin embargo esta esposa, formada por seres humanos, está siempre necesitada de purificación. Y una de las culpas más graves que desfiguran el rostro de la Iglesia es la que va contra su unidad visible, en particular las históricas divisiones que han separado a los cristianos y que no han sido aún superadas del todo. Y justamente en estos días del 18 al 25 de enero, se desarrolla la anual Semana de oración por la unidad de los cristianos, un momento siempre grato a los creyentes y a las comunidades, que despierta en todos el deseo y el compromiso espiritual para la plena comunión.
      En este sentido ha sido muy significativa la vigilia que he celebrado hace casi un mes, en esta Plaza, con millares de jóvenes de toda Europa y con la comunidad ecuménica de Taizé; un momento de gracia en el cual hemos experimentado la belleza de formar una sola cosa en Cristo. Animo a todos a rezar juntos para que podamos realizar “Aquello que el Señor exige de nosotros” (cfr Mi 6,6-8), como dice este año el tema de la Semana; un tema propuesto por algunas comunidades cristianas de la India, que invitan a caminar con decisión hacia la unidad visible entre todos los cristianos y a superar, como hermanos en Cristo, todo tipo de injusta discriminación. El viernes próximo, al concluir estas jornadas de oración, presidiré las Vísperas en la Basílica de San Pablo extramuros, en presencia de los Representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales.
Queridos amigos, a la oración por la unidad de los cristianos quisiera agregar todavía una vez mas la oración por la paz, para que, en los diversos conflictos por desgracia en acto, cesen las masacres de civiles inermes, tenga fin toda violencia, y se encuentre el coraje del diálogo y de la negociación. Para ambas intenciones, invoquemos la intercesión de María Santísima, mediadora de gracia.
Traducción del italiano: Patricia Ynestroza-RV-@pattynesc

Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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