Corazón Sacratísimo y dulcísimo de Jesús,
oculto en la Eucaristía,
tú sigues palpitando de amor por mí,
sigues repitiendo como una vez:
"He deseado ardientemente...".
Por eso te adoro con todo mi amor y respeto,
con el afecto más ardiente,
con mi voluntad devota y firmemente decidida.
Dios mío, cuando te abajas y me permites recibirte, comerte y beberte,
y vienes a habitar por un instante dentro de mí,
has que mi corazón sea una sola cosa
con el latido del tuyo.
Purifica mi corazón de todo lo que me oprime,
de la soberbia, de la dureza, de la insensibilidad,
de los extravíos, del desorden, de la vanidad.
Llénalo de tal modo que
ni los quehaceres cotidianos,
ni los acontecimientos del tiempo lo disturben,
sino que permanezca en paz
temiendo con amor
y amando con temor.
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