APARICIÓN ANUAL A MIRJANA
La vidente Mirjana Dragicevic-Soldo tuvo apariciones diarias en Medjugorje desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año, el 18 de marzo.
Así ha sucedido durante estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario en la Cruz Azul. La aparición comenzó a las 14hs y duró hasta las 14:05hs.
¡Queridos hijos! Vengo entre ustedes porque deseo ser su Madre, su intercesora. Deseo ser el vínculo entre ustedes y el Padre celestial, vuestra mediadora. Deseo tomarlos de las manos y caminar con ustedes en la lucha contra el espíritu impuro. Hijos míos: conságrense totalmente a mí. Yo tomaré sus vidas en mis manos maternas y les enseñaré la paz y el amor, entregándolas entonces a mi Hijo. Les pido que oren y ayunen, porque solamente así sabrán dar testimonio de mi Hijo por medio de mi Corazón materno en el modo justo. Oren por sus pastores, para que en mi Hijo puedan siempre proclamar la Palabra de Dios con alegría. Les agradezco.
Comentario
Al leer este mensaje a alguno puede sorprenderle que la Santísima Virgen manifieste el deseo de ser vínculo, mediadora, intercesora entre nosotros y el Padre Celestial. ¿Es que acaso Jesucristo, el Hijo de Dios, no es el único Mediador entre Dios y los hombres, según lo expresa san Pablo en su carta a Timoteo (Cf. 1 Tm 2:5)?
Si la verdad de la fe dependiese exclusivamente de lo que taxativamente está escrito en la Sagrada Escritura, excluyendo la Tradición apostólica como la otra fuente de la Revelación y la profundización compresiva del depósito de la fe (Palabra de Dios que viene de las Sagradas Escritura y la Tradición) de parte del Magisterio de la Iglesia, se podría concluir que el mensaje contiene un error posiblemente atribuible a la interpretación del instrumento, en este caso Mirjana, o a la traducción que luego se hizo. Sin embargo, en la Última Cena con sus discípulos, el Señor manifestó que no todo estaba dicho: “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello (soportar esa carga, según algunas traducciones del mismo pasaje)” (Jn 16:12). Ciertamente, no se puede abusar de esa frase para atribuirla a cualquier despropósito o herejía, como es el caso de sectas que, por ejemplo, niegan la divinidad de Cristo o bien su verdadera humanidad, y de falsos videntes que hablan, sólo para dar otro ejemplo, de ovnis o de seres extraterrestres que serían los ángeles, etc. Quien define aquella parte de la Revelación que estaba ya presente, pero no explicitada, es la autoridad del único Magisterio de la Iglesia[1] por inspiración del Espíritu Santo y con la autoridad de Cristo.
Para saber, entonces, porqué nuestra Madre dice que quiere ser vínculo entre nosotros y el Padre, nuestra intercesora y mediadora, tenemos que conocer qué dice la Iglesia de Ella. Lo primero a considerar es que la Santísima Virgen es no sólo miembro excelso de la Iglesia sino que fue proclamada Madre de la Iglesia. Es Madre de todos nosotros, según el legado del Señor en la cruz. De esa maternidad le viene toda intercesión.
Jesús es el Camino al Padre y María es el camino que debe atravesar nuestra oración dirigida a Dios. Encarnándose en Ella, vino Dios a la humanidad y en el momento supremo de la cruz, María, uniendo su sacrificio al de su Hijo, ofreciéndose con Él y por Él, da su respuesta perfecta y definitiva a toda la plenitud de la gracia recibida.
Dicho de otro modo, la plenitud de la gracia de la Virgen nazarena permite que el mismo Dios descienda a los hombres encarnándose en Ella y, cumplida su misión salvífica, el Hijo de Dios asocia a su Madre, y Ella lo acepta plenamente, al abrir la vía de acceso al Padre que se había cerrado por el pecado.
Como en la Encarnación, en el momento culminante de la salvación, la Santísima Virgen participa en grado excelso con la entrega de todo su ser. De ahí viene su misión en la obra salvífica, su poderosa intercesión, su mediación, que recibe de su Hijo.
La salvación viene por el único sacrifico de Cristo cumplido en la cruz y por ello es el único Mediador. Pero, esa cruz es también la de la Madre y el corazón traspasado del Hijo es también traspasado en María. Esa unión, a y en la Pasión del Hijo hace de la Santísima Virgen no sólo aquella que muestra el camino a Dios[2] sino que, subalternamente, es también camino, o sea mediadora.
El mensaje debe ser así entendido y ulteriormente interpretado a la luz del signo más importante de estos tiempos finales: la presencia, especialmente en este último medio siglo, de la Santísima Virgen. Éste es el tiempo de la revelación de María, quién es, cuál es su misión.
En la Escritura su figura es discretísima apareciendo oculta, silenciosa, relegada, mencionada muy pocas veces en los Evangelios y, si se excluye la interpretación mariológica de Apocalipsis 12, sólo una en el resto del Nuevo Testamento[3].
Pues, así como la Virgen se hizo a un lado para dar lugar al misterio del Verbo Eterno hecho hombre, que debía ser proclamado, reconocido, aceptado; así es ahora el Hijo quien deja espacio a su Madre no sólo para que sea conocida y exaltada sino también para que sea comprendida y aceptada su misión maternal y salvífica.
Éste es el tiempo de la batalla final entre la Mujer y el Dragón. Es el tiempo en que se revela la figura de esa Mujer -nombrada al comienzo y al final de la Biblia (Génesis y Apocalipsis)- en la Madre del Señor.
En Lourdes se da a conocer como la Inmaculada Concepción[4], como la Mujer absolutamente nueva, más joven que el pecado, en quien la muerte no ha podido enseñorearse. Es la creatura que lleva la impronta de Dios intacta, verdadera imagen del Creador, de quien toma la humanidad el mismo Dios.
Es el mismo Señor que le dice a Sor Lucía de Fátima, cuando era novicia en España, que quiere que se conozca el Corazón Inmaculado de la Virgen, lo que equivale a decir penetrar el misterio de la misma persona de María, quién es María, quien fue María, cuánto amó y cuánto nos ama, qué poder Dios le concedió a Ella y a la oración toda suya, que es el Rosario, como intercesión que entregamos a su Corazón. Por ello, pedía la consagración de Rusia y la reparación a las ofensas cometidas contra este Inmaculado Corazón.
En Akita, advirtiendo sobre el castigo que viene al mundo por el rechazo a Dios, le dice la Santísima Virgen a la vidente Sor Inés Sasagawa: “solamente yo puedo aún salvarlos de la calamidad que se acerca. Aquellos que ponen su confianza en mí serán salvados”. ¿Por qué no menciona a su Hijo y dice solamente yo? Porque el Hijo ha puesto todo en las manos de su Madre.
Todo ha sido hecho por el Señor para nuestra salvación, desde asumir la humanidad hasta morir en la cruz y resucitar. Su sacrificio redentor se vuelve actual en cada Eucaristía que se celebra. Pese a eso, son muchos que aún no lo aceptan, y la Eucaristía es menospreciada, ignorada, banalizada en su misma Iglesia. En estos tiempos, como nunca antes, envía a su Madre, cual último recurso que su misericordia ha puesto a disposición de la humanidad. Si la Virgen es rechazada entonces no habrá ya más posibilidad de salvación.
Ella ahora nos pide aceptarla como mediadora[5] ante el Padre –esta es la clave de este mensaje-, como guía de nuestro camino que, anticipa, es de lucha contra los demonios. Dejémonos confiadamente guiar, que sea nuestra intercesora y mediadora. Su guía debe ser total y nuestra obediencia plena, sin reticencias. Consagrados, en confiado abandono a nuestra Madre, seremos conducidos de su mano, como un niño. De la mano porque la confusión es y será tan grande que si nos soltáramos nos perderíamos. Ella nos conducirá hacia la paz y hacia el amor. Presentará nuestras vidas a su Hijo, de quien nos pide dar testimonio y para eso orar y ayunar.
Y reitera el pedido, que no cesen las oraciones por los sacerdotes en general y los obispos en particular, para que proclamen jubilosamente la Palabra y con amor guíen al rebaño.
P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org
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[1] Es decir, a los obispos en comunión con el Papa cuya autoridad viene de Cristo. Dicho Magisterio es el único que interpreta auténticamente la Palabra de Dios, escrita o transmitida. La pretensión protestante de que la única fuente de la Revelación es la sola Escritura ignora, por una parte, que la Escritura vino como consecuencia de la Tradición que definió cuáles Evangelios eran los canónicos, dignos de todo crédito, y provoca -como efecto de la libre interpretación- que no haya un Magisterio único sino tantos como pastores de comunidades o de lectores de la Biblia.
[2] Representada iconográficamente como la Hodoguitria, tanto en Oriente como en Occidente.
[3] Esa única vez es en la carta de san Pablo a los gálatas y sólo en modo transversal o referencial cuando refiriéndose a Cristo dice “nacido de mujer, nacido bajo la Ley”. Por otra parte, resulta más que curioso que nombrada por Juan en el Gólgota no haya ninguna mención de un encuentro con su Hijo ya resucitado.
[4] En esa declaración: “Yo soy la Inmaculada Concepción” da confirmación al dogma poco antes proclamado de la Inmaculada Concepción de María. Ejemplo de una verdad de fe que no figura expresamente en la Sagrada Escritura pero que proclama el Magisterio con la autoridad conferida por el Señor.
[5] En Amsterdam, otra de las apariciones recientemente aprobadas, reclama el título de Medianera o Mediadora, Abogada y Corredentora, títulos que ya estaban implícitos en la Medalla Milagrosa o apariciones de la Rue du Bac, también aprobada.
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