jueves, 15 de marzo de 2012

Siempre que te alejes de Dios...

      Siempre que te alejes de Dios, te alejas de la fuente de la felicidad y te hundes en la humillación más abyecta.
      Pero trata de recordar las veces que Dios, tu Padre celestial, te ha recibido, como fue recibido el hijo pródigo por su padre: con los brazos abiertos dispuestos a la reconciliación, al perdón y a la paz.
      No puedes hacer esperar más tiempo a tu Dios; échate confiadamente en sus brazos abiertos, pide perdón con humildad y confianza.
      El hijo pródigo que en los momentos de abundancia y felicidad no valoró el amor de su padre, cuando se encuentra solo y hambriento, vuelve los ojos a los bienes que voluntariamente había dejado; la adversidad y los sufrimientos son medio de los que se vale el Señor, para que levantemos nuestra mirada al cielo.


Fuente: Cinco minutos con Jesús.

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